Por: Raúl Pinedo Hernández./C58
En medio de la tarde que para muchos de los habitantes de Sombrerete no es igual, algo se percibe, algo se siente, es la ausencia física del líder político y y el responsable del territorio, de su alcalde, el amigo, el hijo y el padre de familia, quien ya no está, Juan Ángel Castañeda Lizardo.
Ahí en la plazuela del exterior de su espacio de trabajo, donde se ubicaba su oficina, en silencio, cuatro uniformados, como una forma de adiós y lealtad a su patrón, reciben y pasean en el interior del patio municipal los restos mortales de su jefe, para una despedida temporal, pues solo se ha adelantado un poco….injustamente solo tenía 37 años, murió en la flor de su juventud.
Congregados, alrededor del ataúd cerrado, sellado, están los ciudadanos, amigos y enemigos políticos, todos ellos sombreretenses, para observar con dolor, aflicción y sorpresa e incredulidad, los restos mortales contenidos en el cuadro de madera, de quien solo pudo encabezar 6 meses los esfuerzos de un noble pueblo como Sombrerete.
Gobernantes, legisladores, ediles municipales, camaradas de oficio, partido e ideología, se dan cita a su alrededor, hombro con hombro con los familiares, amigos y compañeros de trabajos que desechos, mostrando la intensidad de su sufrir a través de sus lágrimas, su tristeza y su melancolía por él que se va… tan solo complementan el cuadro de tristeza y luto que embarga a Sombrerete, han perdido a su alcalde, sus amigos a un buen compañero, su familia a un hijo y un padre, sus colegas a un edil, en suma se ha perdido un buen hombre.
Guardias de honor, en memoria, mientras la foto de su persona cuando ejercía el poder se observa a un costado del escenario del homenaje post mortem, se rematan con el Himno Nacional Mexicano, mientras que su ataúd, lo cubre la gloriosa Bandera Nacional Mexicana, que instantes después será desdoblada y acomodada a fin de que en un momento marcial, su familia reciba como honor a su legado en el desempeño de su responsabilidad, el símbolo patrio como un agradecimiento del Estado y el Municipio a su labor como alcalde, por la cual vivió y murió en aras de impulsar un mejor Sombrerete.
En suma Juan Ángel Castañeda ha muerto, y el dolor de su perdida no amaina ni cede pues recién comienza a extrañarse la presencia física, cuando se comienza también a construir la historia de un hombre bueno, un hombre intenso que lucho, y nado a contracorriente para lograr llegar a servir con pasión y espíritu a su municipio, a sus conciudadanos. Ha muerto físicamente, pero comienza el recuerdo y la memoria de un gran hijo de Sombrerete, Juan Ángel Castañeda Lizardo, nuestro querido amigo “El Flaco”. Dios le dé el eterno descanso. Amigo Hasta Siempre.