“Por mis Razos me hablará el espíritu de los Cuatro Vientos chicomoztoques; in dog we trust; y No, no es cierto que el Corrido sea un peligro para México, ni siquiera hoy que parece un gruñir de gato montés alterado en su madriguera”.
Con esta sentencia de su autoría fue recordado Juan Diego Razo Oliva (1941–2014), en la apertura de actividades académicas del 2º Festival del Corrido Zacatecas, 2015, que tiene como sede el Museo Zacatecano de esta ciudad.
La inauguración de estas actividades estuvieron a cargo de Héctor Ávila Ovalle, director de Enseñanza e Investigación del Instituto Zacatecano de Cultura (IZC) “Ramón López Velarde”, quien acudió en reresentación del director general, Gustavo Salinas Iñiguez.
Bajo la moderación de Aída Martínez y los comentarios de Verónica Dávila y Antonio Avitia Hernández, todos estudiosos e investigadores de la música, esta conferencia se justificó en el reconocimiento por estar dedicada a una de las personas que consagraron gran parte de su vida a rescatar nuestras raíces, en particular la música del corrido en el bajío.
Verónica Dávila realizó un recuento de la obra Juan Diego Razo Oliva y habló de las aportaciones de este personaje, así como de su experiencia al acercarse a la obra de Razo, lo que le pareció un trabajo de investigación sorprendente .
De familia campesina y de tradición, Juan Diego Razo visitaba las cantinas de su pueblo “con la curiosidad de quien desea levantarle las faldas a la vida.” Se interesó por los asiduos y comenzó a registrar sus cantos en un cuaderno; pese a su corta edad, le llamaba la atención la similitud del corrido con sus lecturas en los libros de historia, lo que marcó sus futuros intereses.
Con el tiempo – dijo- registró los cantos en una grabadora de carrete hasta armar una colección interesante de carácter testimonial. Fue invitado a trabajar en la ciudad de México y el resultado fue un primer álbum doble que se llamó “Corridos históricos del bajío, testimonios del viento” acetato que se dio a conocer a finales de los años setenta.
De esta manera, Juan Diego Razo logró realizar trabajos fonográficos con enfoque regional de rescate de la tradición abajeña.
Aquellos primeros discos se escucharon con interés en algunos círculos especializados, y el autor se dio cuenta de que había un tema para investigar, porque en el Bajío poco se había explorado o sistematizado, sobre todo con un criterio que resaltara el valor de documento histórico complementario de los que ya existían, y desde entonces su enfoque fue abajeño.
Finalmente, Verónica Dávila dijo que el trabajo realizado por Razo Oliva hizo que el corrido probara su eficacia al paso del tiempo, para darle contexto y significación social a lo que hacían los humildes verseros o cancioneros; a través de ellos es que sigue funcionando la forma, que viene a ser un registro de memorias.
Por su parte, Antonio Avitia Hernández expresó haber tenido la oportunidad de conocer a Juan Diego Razo Olivia y quedo sorprendido por el interés y sobre todo por el trabajo de investigación que a lo largo de los años realizo en el rescate y divulgación del corrido mexicano.
Paralelo al conocimiento de los músicos, los libros fueron un referente importante para él, a donde quiera que iba entraba a las bibliotecas, buscaba revistas, periódicos y narraciones proporcionadas por los cronistas o periodistas de los pueblos, que se convirtieron en uno de los referentes más importantes.
También salió del estado porque como él mismo lo explicaba, “el género del corrido tiene esta capacidad de expansión y de contagio evidente en el proceso de las canciones insurgentes, de gesta patriótica nacionalista, que se cantaban o recitaban, en su caso, en varias regiones”.
Empezó a considerar el concepto de Bajío en su aspecto geocultural y valoró la hipótesis de que fue en esta región en donde el corrido tuvo su origen, evolucionando desde la canción de gesta hasta lo que conocemos como corrido mexicano.
Por otro lado, Antonio Avitia Hernández indicó que Juan Diego Razo Oliva descubre que el corrido se empezó a conocer como “mexicano” cuando los primeros revolucionarios del siglo XIX iban construyendo una identidad, algunos como guadalupanos-mexicanos, otros incluso como abajeños.
Así que tuvo que ampliar la búsqueda hacia otros estados, casi siempre con mis propios medios y sin apoyo institucional, visitando Jalisco, Querétaro, San Luis Potosí, Zacatecas, Michoacán y Guanajuato, que son los estados que configuraran culturalmente el gran Bajío.
Vale decir –añadió—que el libro “Corridos Históricos de la Tradición del Bajío” que está editado por Jitanjáfora, es quizás la obra más grande de Diego Razo. La obra comprende dos volúmenes elaborados con sumo cuidado, y de forma muy artesanal hace de su lectura una experiencia mucho más integral, con ilustraciones de varios artistas mexicanos, destacando las de José Guadalupe Posada.