De acuerdo con estimaciones del Banco Mundial (2018) el nuevo paradigma mundial es la economía del conocimiento, basada en el aprovechamiento del talento humano, la tecnología avanzada y la infraestructura especializada. En pocas palabras, esto significa que la riqueza de cada país ya no se mide por sus recursos naturales, sino sobre todo por su capital humano y su nivel científico y tecnológico. En este nuevo contexto el impulso a la ciencia, tecnología e innovación (CTI) es clave para consolidar en México el cambio de una economía centrada en actividades y servicios básicos, a una economía de servicios y productos con alto valor agregado.
El impulso a la ciencia, tecnología e innovación es un tema fundamental para el crecimiento de nuestro de los estados y del país. Como señala el Global Innovation Index (2019), la ciencia, tecnología e innovación (CTI) es un área transversal que favorece la creación de soluciones en todas las demás áreas estratégicas de desarrollo: alimentación y vivienda, servicios médicos, transporte, energía, comunicaciones, educación, seguridad, infraestructura, entre muchas otras.
El impulso al ecosistema CTI también tiene importantes beneficios sociales: el acceso a la educación en todos sus niveles se refleja en una mayor igualdad entre hombres y mujeres, y favorece la movilidad social. Al fomentar una cultura de la ciencia desde las edades más tempranas, también se promueven relaciones sociales más equitativas y mejores oportunidades para todos, niñas y niñas, jóvenes, mujeres y hombres.
Por ello, existe una alta correlación entre las regiones con una mayor inversión en CTI y aquellas con una economía más dinámica y mayor calidad de vida (Social Progress Index, 2019); esto parece indicar que la inversión en CTI les permite a los países y regiones solucionar los retos que enfrentan como sociedad y aumentar su productividad. El fortalecimiento del ecosistema de CTI es una estrategia clave para acelerar el desarrollo; por ejemplo, las agrotecnologías pueden ayudar a consolidar un campo más productivo y eficiente que garantice una alimentación de calidad para todos, mientras que el fortalecimiento de los servicios digitales es fundamental para mantenerse a la vanguardia en competitividad, en especial en estas nuevas circunstancias.
La pandemia por COVID-19 nos ofrece un ejemplo en donde ha quedado de manifiesto la falta de soberanía tecnológica y una precaria capacidad para el desarrollo y fabricación de respiradores, vacunas, pruebas para detección de infecciones, entre muchas otras herramientas que son necesarias para atender los efectos devastadores de la pandemia. Todos estos avances mencionados (equipo médico, agrotecnología, servicios digitales) son fruto de la inversión en CTI.
Al respecto, la ONU enfatiza que la inversión continua en CTI será fundamental para lograr una pronta recuperación económica y alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible señalados en la Agenda 2030 de la ONU. Aunque la mayoría de los países en desarrollo –como México– han registrado un ligero crecimiento del gasto en I+D en los últimos años, los esfuerzos siguen siendo limitados. Es por lo tanto crucial reforzar nuestro compromiso para proteger e incentivar la inversión en CTI, y diseñar paquetes de recuperación que aprovechen la tecnología y la innovación para el desarrollo sostenible y la creación de soluciones a los retos actuales.
La ONU recuerda que posteriormente a la crisis financiera de 2008 –cuyas consecuencias son comparables a lo que se espera por la pandemia– hubo dos tendencias bien diferenciadas: los países con economías más intensivas en conocimiento y sistemas de innovación más desarrollados sufrieron menos los impactos de la crisis financiera, mientras que aquellos con un presupuesto débil en CTI y sistemas de innovación más frágiles mostraron una menor capacidad de recuperación macroeconómica.
En este segundo escenario, muchos países realizaron un ajuste a la baja en su gasto de I+D, lo que a su vez debilitó aún más sus sistemas de innovación y redujo sus posibilidades de crecimiento. Para evitar que se repita esta situación, la ONU propone que ante la actual crisis económica se garantice y proteja la financiación de la ciencia, tecnología e innovación, dadas sus implicaciones a largo plazo en las estrategias de desarrollo sostenible y crecimiento económico. Por tal motivo, es pertinente incluir el uso de la ciencia, tecnología e innovación en las políticas económicas que se elaboren para hacer frente a los impactos del COVID-19.