Por: Raúl Pinedo./C58
Es lógico pensar que en el mundo no hay dolor más grande que la separación de una madre de sus hijos, una realidad cruda, cierta y en este caso replicada cientos de miles de veces, en forma ordinaria en la unión americana donde las deportaciones ordenadas de inmigrantes, hombres y mujeres son una cotidianeidad que quizás no llama la atención mucho, pero la realidad de quien vive esa separación, es una muerte lenta, agónica, pues no se puede entender la lejanía de un ser amado, de una madre de sus hijos, de los hijos sin su fortaleza familiar, de la piedra angular de sus hogares junto al esposo.
Así podríamos resumir la entrevista que estaremos presentando a ustedes realizada a una madre zacatecana deportada de Bell Gardens, California, en 2010, y que luego de 3 largos años, por coincidencias del destino se reúne con su hija, una joven universitaria de California, que viaja en el recorrido cultural de las Embajadoras Migrantes Zacatecanas en el Viaje Cultural 2013.
En medio de las lágrimas y la fortaleza de salir adelante, la mujer deja ver el dolor de su corazón por la separación injusta que hicieron los agentes del Inmigración de Estados Unidos, pues ella plantea que como millones de inmigrantes, sin papeles, pero han tratado de ser ciudadanos que viven en forma adecuada, sin registros criminales, llevando una vida de orden, aun así no vale y son deportadas como es su caso.
“ Fui detenida frente a mi hijo de 12 años al que llevaba a la escuela, estuve recluida 4 días y desde mi detención nunca más pude ver a mis hijos, hechos que pasaron el 9 de septiembre de 2010, en Bell Gardens, a las afueras de mi casa, observé una camioneta negra a un costado, cerré la puerta de mi casa y al caminar rumbo a la escuela, se presentó un agente federal quien me dijo Señora Orozco, a donde va, y conteste a la escuela, a lo cual me replico que no lo haría más, no ese día”
Así resumió su relato esta mujer zacatecana de Tlaltenango, Zacatecas que a tres años de su deportación, vive día a día su dolor, vive su incertidumbre de no poder estar cerca a sus hijos, pues tiene una prohibición de 10 años para poder regresar a Estados Unidos, lo cual, refiere la mata de incertidumbre, pues refiere su necesidad de estar junto a sus hijos, 3, una joven universitaria próxima a graduarse como trabajadora social, y dos varones, un joven de 18 años en High School y un menor de 15 años.
Continua su relato ” Al momento de que me cuestionó, me di cuenta que eran de Migración, por lo cual me aferre a llevar a mi hijo, quien iba adelante y lo llamé, Cris, ven acá, quien pronto regreso y cuestiono acerca de que pasaba, a lo cual le dije, a mi hijo, que me acompañara, y obedeció, al subirse conmigo al lado, me esposaron los agentes delante de mi hijo, y ellos le espetaron que el menor no podría ir con ellos, a lo cual defendí que siempre me acompañaba y en ese momento lo llevaría a la escuela, y los agentes, dijeron que no… a pesar de que mi hijo llevaba registro perfecto en la escuela Laguna Nueva de Bell Gardens.”
Esta mujer, quien se casó en el año 1988 en Tlaltenango y emigro a Estados Unidos en 1990, con su primer hija nacida allá en 1991, detalla cómo fue su vida en la unión americana donde ella estuvo 20 años antes de su deportación, salió de su tierra junto a su esposo Alejandro Orozco-inmigrante, sin papeles aún allá- en busca de una mejor vida, donde procrearon a Mireya de Jesús Orozco Mayorga, Alejandro y Christopher de los mismos apellidos, los tres ciudadanos americanos, por nacimiento, y que la mujer, explico, como después de su deportación, pidió a Dios, de que dejara a su esposo con sus hijos, pues llego un momento, que su cónyuge temió que lo deportaran y envió su maleta, y sin embargo hasta el momento se mantiene con sus tres hijos.
Con sus ojos rojos de las lágrimas y el sentimiento que le ahoga en su garganta, esta mujer, detalla esos momentos “ Nosotros somos católicos, le pedí a la Virgen de Guadalupe, que los cuide, pues siempre hemos sido una familia muy unida, los domingos si no teníamos dinero, tan solo comprábamos algo simple para comer y nos íbamos al parque a convivir con los tres hijos, y mi esposo, un gran hombre sin vicios, y desde el tiempo de mi deportación, es un tiempo que tengo el corazón desbaratado, por los hijos”
Ahora destaca como la responsabilidad de su marido alcanza hasta Tlaltenango, donde ella reside con sus padres, enviándole dinero, que ella trata de eficientizar, como una persona responsable.
TIEMPO DEL REENCUENTRO.
Mireya de Jesús Orozco Mayorga, una de las embajadoras migrantes patrocinada por la Federación de Clubes Zacatecanos del Sur de California, ha logrado reunirse con su madre, luego de tres años, quien acompaña a su hija en este viaje cultural, un reencuentro del amor entre madre e hija que ahora en forma temporal las ha reunido en medio de una cruel y dolorosa separación anunciada.
Aun y con el dolor a cuestas en sus palabras, en sus lágrimas, esta madre se da tiempo de evocar lo que es su hija, a quien conoce íntimamente en su persona y la describe “ Mireya va excelente en la escuela, pues cuando me deportaron se fueron abajo, todos ellos bajaron sus calificaciones, vinieron a verme en diciembre, un día ella me dijo que quería ser princesa y yo le dije, eres mi hermosa, no quiero que nadie te haga daño, mejor quédate con nosotros, hasta que unos días atrás me llamó para decirme que me tenía una noticia muy hermosa, cuando yo estaba en el rancho en Tlaltenango, y me dijo que sería princesa, aún así le dije que andaría en sitios peligrosos y no estaré contigo, a lo cual, ella- Mireya- me pidió que no me preocupara, que vería la forma de venir acá y reunirnos para verse”
En esta historia, que ha logrado impactar al grupo, ha permitido que las jóvenes cierren filas, apoyen a Mireya y le den el calor de amigas, mientras el reencuentro de madre e hija, continua, sabiendo ambas como el reloj del tiempo se consume segundo a segundo en cada día que pasa de este viaje cultural.
La mujer sin ocultar su amor y alegría en medio de sus lágrimas, a las cuales suman las propias de su hija, detalla con vivida emoción sus sentimientos de este reencuentro y nos detalla las horas previas a su reencuentro “ Luego de la llamada de ella, inmediato pensé que iría a verla a uno de los eventos en los Municipios de Jalpa o Juchipila, donde estuviera, y al hablarme hace 8 días, me dijo que estaríamos juntas, disfrutando estos días, con dolor por mi corazón partido sin tener a mis otros dos hijos conmigo, están allá, los dos son excelentes, me duelen, lo que más duele de ellos, que están creciendo y se está yendo el tiempo de ellos, y hasta ahorita mis hijos son cien por ciento excelentes, sin drogas, no fiestas, entonces esos momentos se me están pasando, mi hija estará dos semanas, pero después se ira, yo tomare mi camión, ella se ira a Estados Unidos, le daré la bendición y la separación otra vez, pues Migración me prohibió volver en 10 años, y 10 para mi sin gozar a mis hijos, mi hija se gradúa en mayo 2014 de trabajadora social y yo acá nada mas con las bendiciones nada más.”
La mujer con su voz desecha y con el dolor a flor de piel, devastada por recordar su situación, enfatiza su atención total a su hija, pues destaca como ella dejaba todo por estar al lado de su hija en cada actividad, siempre dispuesta junto a ella y refiere su impotencia de no estar en ese momento de su graduación. Enfatiza “No sé si podré resistir, sin estar junto a ella y sin ver su logro, lo que con sacrificios se le dio y salió adelante, por ello me duele no poderla ver como se gradúa, Alejandro está en otra escuela, otra universidad, donde va bien, tiene buenas calificaciones, lo cual le duele no compartir, es un joven noble, diciéndole a su hermana el gusto de que estará junto a su mamá.”
La mujer, llorando envió un mensaje personal a sus dos hijos y a su esposo a quienes les señaló: “Alejandro, Cris, mi niño chiquito, siempre voy a estar con ustedes; aunque este lejos, mis bendiciones están con ustedes, gracias mis hijos, estoy orgullosa de ustedes por ser niños buenos, a mi esposo te pido paciencia con mis hijos, pues sé que es una situación difícil.”.
Continua: “Él llega y con el poco tiempo que tiene les cocina a sus hijos, va al mandado, está al pendiente de ellos, cuando ellos salen a divertirse con su caballo, ellos disfrutan, mientras mi esposo se queda en las cuatro paredes él solo, me manda mensajes y me dice que se siente solo, por lo cual opta de refugiarse en la ayuda de Dios y por ello que le cuide y le ayude a sus hijos.”
Agrega lo difícil de esta situación, ahora deportada, enfrentarla, pues cita que ella nunca sale de su comunidad en Tlalntenango, más aun que al llegar de nuevo ahí, todo ha cambiado, diferente y llegó derrotada sin sus hijos, y recuerda el mal momento que paso con una abogada que presuntamente les ayudaría a arreglar su situación, lamenta todo eso y lidia con el dolor de no tener sus hijos con ella, y reitera que no bajara la guardia, separada de sus hijos, su corazón se parte y debe salir adelante como es el destino.
Esta mujer aún espera poder tener la oportunidad de compartir con sus hijos los momentos de su graduación, pues momento a momento llora su situación, con sus hijos ausentes y su esposo lejos de ella, no obstante clama seguirá adelante sin saber cuál sea el futuro, no dejara de pelear por lograr reunirse y reencontrarse con su familia, sus hijos Mireya, Alejandro, Christopher y su esposo Alejandro Orozco. Esta es la historia y el dolor de una separación de madre e hijos de Laura Elena Orozco Mayorga, zacatecana deportada el 9 de septiembre- Día del Migrante- del 2010 de California a Zacatecas.