El Estado Mexicano es responsable del genocidio cometido por el ejército ese 2 de octubre de hace 50 años. Hasta la fecha, quienes dieron las órdenes, Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez, siguen impunes.
En ese entonces el PRI llevaba casi 40 años en el poder y alcanzaba la cúspide del autoritarismo. Como en otras dictaduras de Latinoamérica, tenían un fuerte control político en la prensa escrita y radioeléctrica; dominaban la opinión pública con un mensaje claro: toda intención de cambio de régimen sería aplastada.
Así fue el 2 de Octubre, paramilitares y soldados mexicanos que habían jurado proteger al pueblo mexicano, dispararon sus armas contra lo mejor de una generación de jóvenes valientes, que se atrevieron a denunciar un sistema profundamente corrompido por la ambición de dinero y poder.
La vileza de estos actos marcó para siempre la memoria nacional. Miles de familias jamás encontraron a sus hijas e hijos, la verdad nunca fue esclarecida y el Estado Mexicano jamás reparó los daños (en términos de la justicia restaurativa); de hecho con los nombres de Díaz Ordaz y Echeverría se bautizaron calles de nuestro país.
La memoria debe ser un arma de paz. Recordar estos hechos que nos llenan de indignación y rabia, debe ser el camino hacia la construcción de un mundo donde estos crímenes no vuelvan a repetirse, pero no por decisión indulgente de quienes gobiernan, si no por voluntad del pueblo organizado.
Hoy la rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México amanece con la imagen del comité del 68 y la frase: “nunca más”. Sin embargo fue allí donde hace unas semanas un joven fue apuñalado por miembros de grupos porriles, al participar en una manifestación contra la violencia al interior de los planteles de esta institución.
No cabe duda de que hemos avanzado desde el 68, pero también es cierto que queda mucho camino por recorrer en el combate a la violencia.
La juventud es hoy el grupo social más discriminado en el mercado laboral, también han sido quienes más han resentido los homicidios dolosos fruto de la fallida estrategia de seguridad que se mantiene hasta el día de hoy; y es el grupo con más vulnerabilidad ante la cooptación de grupos criminales.
Por eso y por muchas otras razones, los jóvenes serán prioridad para el gobierno que encabezará Andrés Manuel López Obrador a partir del primero de diciembre. Dentro de los 25 programas prioritarios que serán emblema de su administración, se contemplan becas universales para jóvenes en preparatoria, ampliación de la oferta educativa en todos los niveles, apoyos para aquellos que no estudien ni trabajen (con la colaboración de la iniciativa privada), y fomento a las actividades culturales y deportivas que los alejen de las garras de la delincuencia.
Nuestra responsabilidad con la historia, y con el futuro, es trabajar hoy para construir un México donde quepan todas las expresiones políticas y la juventud pueda florecer.